En la actualidad no existe nada peor que ser positivo para Covid – excepto ser trabajador de la salud en estos tiempos-.
La estigmatización que se ha generado alrededor de esta enfermedad ha puesto en manifiesto cada una de las diversas facetas de las personas, y no se puede hablar de los seres humanos, porque de humanidad no hay nada en esos actos que se ejecutan en nombre de la supuesta protección individual.
Aprovecharse de la vulnerabilidad de los demás por condiciones particulares ha sido característico de esta raza, sin embargo, solo en las crisis se pueden vislumbrar con mayor detenimiento las barbaries que se han cometido no solo en tiempos actuales sino, a lo largo de la historia de la humanidad.
El COVID-19 se convirtió en una de las tantas pandemias con las que se vive, se convive y en algunas ocasiones hasta pareciera que se disfruta – de diversas maneras- al someter cruelmente a una persona porque está en contra de lo que se considera correcto o incorrecto a nivel personal trasgrediendo su dignidad, su integridad y hasta su propio ser.
El COVID-19 ha sido la excusa perfecta para seguir lesionando la sociedad misma pero también ha sido la oportunidad de levantar ese velo traslucido que se ocultaba tras las rutinas.
Hoy el mundo se encuentra en una crisis sanitaria, que se ha llevado consigo innumerables personas que han luchado y con ellas, familias enteras que tendrán que seguir luchando, pero en cada país, en cada territorio, ha habido luchas que se llevan consigo más personas.
No, no se trata de hacer de esto una competencia, se trata de hacer consciencia frente a las crueldades que han desencadenado las guerras políticas, la desigualdad, la violencia de género, las barreras sociales, el racismo, la homofobia, éstas y más que se pueden estar escapando, pero que no se olvidan porque la sociedad se ha empeñado en recordarlo todos los días.
El ser humano, un ser ambicioso de poder, casi de manera innata, casi se podría decir que se encuentra implícito en la naturaleza de las personas en la actualidad. A raíz de todo lo que ha sucedido, cabe hacerse la pregunta constante acerca de “¿Qué nos hace humanos?”. Michael Gazzaniga, autor de este libro, hace un recuento desde la evolución del hombre y articula la memoria, las emociones, las percepciones y el lenguaje como estructuras, procesos y habilidades que potencializan al ser humano como un ser plenamente social regido por conductas, pero ¿qué sucede cuando las sociedades son poco éticas, intolerantes, corruptas, dañinas, rotas? ¿qué conductas se replican y cuáles no en un mundo donde todo lo anterior ha sido normalizado?
No obstante y pese a todo lo que la pandemia del COVID-19 ha hecho en la humanidad -tanto positivo como negativo- en estos tiempos, no se compara con las estigmatizaciones que se hacen incluso, en la actualidad, cuando el mundo se rige por los derechos humanos, por los derechos individuales, cuando han pasado siglos desde que se quemaban a las mujeres en la hoguera, o se desterraban a quienes osaban pensar, o cuando se aceptó que las personas de tez oscura no eran impuros y sí tenían alma y por tanto, debían ser reconocidos como personas, como seres humanos y lo mismo sucedía entorno a las enfermedades mentales y sus pacientes.
Hoy en día, se siguen violentando, se siguen cometiendo esos actos barbáricos de la edad media, hoy en día, se amputa a una persona por tener una orientación sexual diversa, hoy en día se menosprecia a las personas de tez oscura, hoy en día también se sigue violando, matando, masacrando, mutilando incluso en tiempos del COVID-19.
Hoy en día, todos se mueren. Juntos. Al tiempo. Porque todos los días se trasgreden los derechos, se incrementan los temores de salir solos, de hablar con extraños, de conocer otras tierras, incluso la propia tierra. Hoy en día no se cree en la verdadera justicia -aunque exista en los papeles- solo se añora constantemente.
Hoy en día, las protestas se limitan a un me gusta en las redes sociales o en el número de seguidores, pero no se dejan precedentes porque a las personas les da miedo hablar; les da miedo gritar porque quien grita, quien se queja, quien se levanta, es amenazado o minimizado con comentarios como “hay cosas más importantes por las que pelear” error, hoy en día todas las cosas son importantes para pelear.
Hoy en día, todos se mueren. Juntos. Al tiempo.
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