“Jamás pensé que Rodolfo José tuviera la aberración, el fetiche o como quieran llamarlo de grabar a las personas cuando tienen relaciones sexuales con él, sin el consentimiento del otro, y guardar esos registros. ¿No les parece enfermizo eso? Discúlpenme, pero hay que ser un absoluto troglodita para creer que el consentimiento para intimar implica autorizar tácitamente que lo graben”, puntualiza.