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El amor en los tiempos del Coronavirus

por Daniel Solano

Alemania acusa a Trump de apropiarse de un proyecto de vacuna contra el coronavirus, mientras que Dioselina Bernal regala tapabocas en su barrio y espera dar serenatas diurnas a abuelitos en su cumpleaños; atacan a piedra casa de pacientes con Coronavirus en Neiva, mientras que el joven Arnold Pedraza en Barrancabermeja se ofrece como domiciliario gratuito para abuelitos en el comercio; el Presidente se niega a cerrar el aeropuerto, mientras los alcaldes del país se las ingenian para evitar la pandemia.

En definitiva, un virus ha sacado lo mejor y lo peor de nosotros. Aunque digan que es en el borde del risco, a punto del exterminio, donde la humanidad se transforma, como sociedad aún nos hace falta mucho camino por recorrer. Desde la Plaga de Atenas, pasando por Sarampión, Peste Bubónica, Viruela, Sida, Cólera, todas las influenzas con sus descendencias, Ébola, Dengue, Zika… hasta el Coronavirus, millones de personas han muerto. La cosa es que se supone que todos (en conjunto, como sociedad) debimos haber aprendido de todo este contexto histórico.

Aunque suene obvio lo primero que se debe privilegiar es la vida del colectivo, cuidar al otro es cuidarme a mí mismo, pero aunque suene obvio no lo hacemos. Decía Jaime Garzón que los colombianos partimos del principio de “primero Yo, segundo Yo y el resto jódase”. Y la verdad es que las acciones para mitigar el virus dejan expuesto al gobierno nacional, a uno que otro ciudadano y se convierten en el mejor ejemplo de que Garzón tenía razón, el problema es cultural.

Nos debe preocupar personas como doña ‘Chayo’, la señora de avanzada edad que me vende tintos cerca a la Dian, a pesar de que supuestamente los abuelitos deben estar en la casa, aún la veo cada mañana en el mismo lugar. Pero es que el gobierno nacional le tiró la pelota a la ciudadanía, en sus manos encomendó su salud muy a pesar de que una porción de la población tenga que escoger entre contagiarse o morirse de hambre; por un lado porque esa porción de la población deben salir a buscar el diario y por otro, por el hecho de que algunos ciudadanos con mayor poder adquisitivo acaparen todos productos, lo cual genera demanda y como resultado una alza en los precios.

Con tanta gente religiosa en nuestro país uno espera que el hecho de que estén comprando por montones no sea solo por miedo, sino también porque piensan compartir (No es ingenuidad, es fe). Vale citar ese pedazo de la canción que dice “no te importe la raza ni el color de la piel, ama a todos como hermano y haz el bien”. Que esta sea la oportunidad no solo para pedirle coherencia al gobierno, sino también para que cada uno de nosotros lo sea.

Que no hablemos de los de allá y los de acá. Que acompañemos las decisiones del gobierno local que protegen a los ciudadanos primero que al mercado. Que no dejemos pasar el tiempo y se nos haga tarde para demostrar el amor, como lo fue para Florentino Ariza en esa novela de Gabo. Que no nos volvamos como el nombre de la editorial que publicó la novela. Que no esperemos hasta el momento donde ya para qué. Que se haga realidad el dicho de mi mamá “donde come uno, comen dos”. Que no esperemos que nuestra fragilidad quede expuesta nuevamente por razones naturales (o artificiales, uno nunca sabe).  Que no esperemos que la naturaleza nos dé lecciones de equidad, porque el virus no discrimina.

“Las opiniones vertidas en esta sección son de exclusiva responsabilidad de quienes las emiten y no representan necesariamente el pensamiento ni la línea editorial de Dígame”

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